28 de mayo de 2020

Qué siente un escritor y catador, cuando saborea una taza de café - Iván Nolazco

“Es que el sabor y el aroma del café embriagan el alma”



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Podría tratar de interprender, explicando la fascinación que siento en cada proceso del café. Sin embargo, no necesito ocultar nada al idílico aroma del café de San Ignacio.

“Es que el sabor y el aroma del café embriagan el alma”.

En el instante de transformación, el grano verde se oscurece al aumento del calor, el color marrón aparece. En las manos de nuestros caficultores está la experiencia, está el tiempo exacto para el mejor tostado.

En la molienda se siente su fragancia, mientras rigurosamente se cuida el grosor y la cantidad exacta para la extracción. Al contacto con el agua caliente, el café desprende su aroma y las volutas de vapor activan los sentidos y recuerdos.

El primer sorbo se expande al paladar y reconoces su dulzura, su amargor y su acidez. El cuerpo del café causa un éxtasis en los sentidos; maravillado, disfrutas su sabor, mientras contemplas su suave color en tu taza.

En los primeros diez minutos se libera la cafeína en la sangre, fortaleciendo el ritmo cardíaco y aumentando los latidos del corazón. Veinte minutos después, se incrementa la concentración, aflora la inspiración, parece más fácil tomar decisiones y solucionar problemas, la cafeína se conecta con los receptores de adenosina, lo cual reduce el cansancio. A los treinta minutos, el cuerpo libera adrenalina y serotonina, se carga de energía y amplía las pupilas, mejora la visión y el sentir. Las ideas aparecen, observo, recuerdo, argumento, reflexiono, invento, sueño, vivo, me enamoro; un momento especial y único, envuelto en un café de Cajamarca.

Es que mí café no es inalcanzable, lo utópico es creer que no puedas sentir lo que hace el café en ti. Y mañana volveré a soñar cuando prepare mí idílico café especial. 

En palabras de Iván Nolazco.


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